Servicios sexuales

Yo tenía cierta controversia con el tema del trabajo sexual. En realidad aún la tengo porque no puedo evitar que me repugnen los puteros. Y los puteros, que no son todes les clientes del trabajo sexual, son machirulos de mierda que utilizan a las mujeres como mercancía, que saben que esas mujeres a las que se follan pueden ser víctimas de trata y les da absolutamente igual. Esos son los puteros.

Por eso creo que igual que hay que diferenciar el trabajo sexual de la trata, hay que diferenciar a les clientes del trabajo sexual de los puteros.

Y por qué he llegado a esta conclusión privilegiada (no soy trabajadora sexual)?, pues porque en el Neolítico (y tal vez antes) e incluso después, existían sacerdotisas muy empoderadas que ofrecían servicios sexuales. Formar parte de ese sacerdocio era un honor que se elegía libremente, que tenía un camino de trabajo interior y en comunidad para llegar hasta allí, no era como que te metan a monja aunque no quieras o porque no hay otra salida, o que te obliguen, como ocurre en algunos países donde toman a niñas para prostituírlas en los templos. Contemplar la posibilidad de ofrecer un servicio sexual con naturalidad tiene más que ver con que en aquellos tiempos la sexualidad no era un tabú como lo es ahora, que parece que todo lo que tiene que ver con la sexualidad es absolutamente terrible.

Así es que he llegado a la conclusión de que el trabajo sexual no está mal. Ni siquiera me gusta la idea de que el trabajo sexual es a lo que se accede cuando lo único que hay a cambio son trabajos de servidumbre tan mal pagados que rozan la esclavitud. El trabajo sexual puede ser tan bello como lo es el trabajo de cuidados. Que el trabajo de cuidados esté denostado hasta el punto de que sea el peor pagado es culpa del patriarcado. Que el trabajo sexual sea denigrado hasta el punto de que parece ser lo peor que puede llegar a hacer una mujer, es culpa del patriarcado. Lo que está mal es el patriarcado. No deberíamos equivocarnos de enemigo.