20 noviembre 2018

La despedida

Lo estoy contando muchas veces porque es lo que más me tranquiliza y conforta.
La primera vez que estuvimos juntos me sentía tan relajada... Sin tener que demostrar nada, sin tener que ocultar nada, solo yo. Segura de gustarle, segura de que me quería. Con el tiempo me di cuenta de que aquella sensación es la que tienes cuando llegas a casa. Desde aquella primera vez ya supe que había llegado a casa. Y es que ya lo conocía, de otras vidas, de encontrarnos una y otra vez, de elegirnos una y otra vez.
Yo se lo explicaba y se reía. Y me abrazaba y me besaba. Porque nos besábamos mucho y nos abrazábamos más. Constantemente, de hecho. A pesar de llevar más de quince años juntos.
Este jueves pasado, cuando empezó a respirar fuerte, lenta y superficialmente, como si no le llegara el aire suficiente, yo volví a decírselo, a media voz, cogiéndole la mano, húmeda y fría, y acariciándole la cara. Quiero creer que me oyó aunque había perdido la lucidez hacía días. "Esto no es el final, es el principio otra vez. Vas a ver que lo que te he contado muchas veces es verdad, que hemos estado juntes muchas veces y volveremos a estarlo. Tú espérame, o inicia otra vida que yo te encontraré, como te he encontrado en esta. No tengas miedo, déjate llevar, que volveremos a estar juntes, que nos encontraremos otra vez. Y nuestro hijo estará también en esa vida. Ya lo verás". Sus respiraciones se fueron espaciando y empecé a contar los segundos. Sin soltarle de la mano. Sin dejar de acariciar su cara, su barba, su cabeza calva, el brazo, el pecho, la cara... Uno, dos, tres, cuatro... trece. Respiración fuerte. Uno, dos, tres... trece. Sus labios se pusieron blancos. Respiración fuerte. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... veintitrés. Respiración fuerte. Uno, dos, tres... veintitrés. Respiración fuerte. Uno, dos, tres, cuatro... veintiuno. Suspiro. Uno, dos, tres... veintitrés, veinticuatro... treinta y seis, treinta y siete. "Ya está, Eva, ya está". Treinta y ocho, llorando. Me inclino para abrazarle, treinta y nueve, cuarenta... cincuenta y ocho, cincuenta y nueve. "¿Queréis una tila?".
Me dio tiempo de repetírselo antes de que se fuera. Quiero creer que me oyó y le ayudó a partir. Que supo que nos volveríamos a ver.
Y vale, yo también sé que vamos a estar juntes de nuevo, pero joder, ahora mismo no sé bien cómo conseguir no llorar tanto, cómo no verle en cada rincón de la casa, en cada objeto, en cada momento del día.
Shpufffffsss
Quiero agradecer a mi familia, a mi madre y mi hermana que no me han soltado nunca la mano, que han estado siempre ahí. A mi hijo Adam, que se ha esforzado tanto para cuidarme. A mi hermano Javi, por acompañarme cuando más lo necesitaba.
También quiero agradecerle a la familia de Fede que hayan estado acompañándole en los momentos más duros, por conseguir que se haya sentido tan querido, especialmente a sus hermanas y su madre.
Y quiero agradecer muchísimo a todas las personas que me han llamado, que me han mandado mensajes de ánimo antes y después. A las que he contestado y a las que no he contestado. Aunque me cueste horrores contestar, vuestros mensajes me han dado calorcito y me han hecho más llevadero el proceso. Sobre todo el tramo final. Os quiero un montón.
Y a ti, Federico G. Witt, a ti voy a quererte siempre. Feliz encuentro, feliz despedida y feliz encuentro otra vez, amor mío. Te quiero con toda mi alma.

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