28 noviembre 2018

La romantización de la muerte

Por qué nadie habla de la romantización de la muerte? Por qué me siento culpable cada vez que me doy cuenta de que han pasado varias horas sin recordarle? Por qué creo que no le quería de verdad cuando lloro porque me siento sola, porque echo de menos abrazarme a él, comentar los memes de Facebook con él, porque esos sentimientos me parecen egoístas ya que yo soy el centro y él un satélite de mis sentimientos? Por qué tenemos que alejar el foco de lo que somos y sentimos? Acaso le quiero menos porque le recuerdo y le siento a partir de mí, sin borrarme?
No me duele el pasado. Cuando le recuerdo es igual que cuando recuerdo cualquier otro momento de mi vida. Al menos en el pasado más lejano. Lo que me duele es su ausencia, el pasado más cercano, más presente, que él no esté cuando estaba acostumbrada a que estuviera.
No me he quedado vacía. No soy menos porque él no está. Pero formaba parte de mi vida. Discutíamos, nos abrazábamos, nos contábamos todo, o casi todo, nos besábamos mucho y nos tocábamos más. Éramos un equipo y ahora no está. Ahora lo llevo yo todo sola. Sigo siendo yo. Antes con él y ahora sin él.
Varias veces al día se me viene encima todo. Su muerte, el dolor de los últimos días más que nada. Y su ausencia. Joder, su ausencia. Que no esté en mi cama. Darme la vuelta y que no haya nadie. Ir al baño o a la cocina y saber que no está en el salón, así que me asomo para darle un cariño a mi peque aunque ese cariño era para los dos.
Pero la mayor parte del día, de mi vida, pasa sin que él sea relevante. Y me siento culpable porque sea así, porque no le necesite tanto como se supone que debería necesitarle.
Sólo yo sé lo que le quiero, lo que le echo de menos, lo que me duele saber que no volverá a estar conmigo. He sido yo la que he vivido con él durante quince años. Soy yo la que no le encuentra todas las veces que le busco. Pero es que mi vida sigue, y hay cien cosas que resolver y que van ocupando los espacios donde noto su ausencia.
Aunque todavía no hayan pasado ni dos semanas.
Quiero compartir con él las buenas noticias. Y las malas. Y los memes. Y saber que me acompaña en todas las decisiones. Y que lo encontraré en la cama para acurrucarme a él por las noches, yo que soy tan noctámbula. Y que estaremos a una en la educación de nuestro hijo. Y que veremos alguna serie juntes.
Pero no está, y sigo aquí. Y nuestro hijo sigue aquí necesitando un ancla. Y sigo siendo lo que soy porque antes también lo era a pesar de él. Y sigo siendo lo que soy porque he sido y soy aparte y además de él.
Le quiero mucho. Muchísimo. Le echo terriblemente de menos. Me duele tanto su ausencia que no sé explicarlo. Pero no pienso en él todo el tiempo, ni siquiera la mitad del tiempo, ni siquiera una tercera parte del día (contando que otra tercera parte estoy dormida). La vida sigue y ocupa nuestro pensamiento, y no quiero sentirme culpable porque no lloro a todas horas por los rincones como la Zarzamora.
Soy una mujer. Entera. Que amó a un hombre tanto que a pesar de deconstruirse como feminista fue capaz de valorar sus virtudes por encima de su machismo. Que amo tanto su recuerdo que su ausencia me hace llorar varias veces al día.
Pero rechazo romantizar su muerte. Pero pero pero pero pero pero pero. Le quise pero seguí siendo yo. Le quiero pero sigo siendo yo. Le añoro pero mi vida continúa. Aparece constantemente en mis pensamientos, pero no me ahoga vivir sin él. Lloro muchas veces, durante pocos minutos, porque el día es largo y la vida sigue.
Y porque sé que él sabe que fue un pilar en mi vida que marcó un antes y un después. Que gracias a él crecí. Y que volveremos a encontrarnos como nos llevamos encontrando varias vidas, aunque esto mucha gente no lo entienda. Pero yo lo sé y me da igual, absolutamente igual, lo que otres opinen.

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